
Imagen de la serie ‘Hacia cero’
‘Hacia cero’: fin de semana con Agatha Christie
La miniserie británica 'Hacia cero' basada en la novela homónima de 1944 y protagonizada por el personaje más raro de Agatha Christie, resulta una fiesta para los sentidos con una recreación impecable de los años 40
Aunque las novelas de Agatha Christie siempre me decepcionan por su habitual desinterés por el factor humano (personajes de cartón piedra en una trama que, eso sí, funciona como un reloj suizo), no me pierdo sus adaptaciones audiovisuales (me pasa lo mismo con Stephen King).
De ahí que el pasado fin de semana me tragara la miniserie británica Hacia cero (tres episodios, en Movistar), basada en la novela homónima de 1944 y protagonizada por el personaje más raro de Agatha Christie, el superintendente Battle (Matthew Rhys, a quien vimos recientemente en la fallida serie de HBO Perry Mason), un sujeto atormentado, depresivo y con tendencias suicidas que nada tiene que ver con Miss Marple o Hércules Poirot.
Ambientada con ese lujo, ese acierto y esa exactitud en la recreación (hasta los relojes de pulsera son de época) que distinguen a la televisión británica, Hacia cero nos cuenta la historia del joven Neville (Oliver Jackson-Cohen) y sus líos de faldas. Tras divorciarse de su esposa, Neville se casa con su amante y no tiene mejor idea que llevársela a la mansión de su adinerada tía, Lady Tressilian (Anjelica Huston), de la que espera heredar (y no es el único, pues también aparece por allí un primo caído en desgracia que se muere de asco en Malaca con una empresa que no levanta cabeza).
¿Multirracial en los años 40?
Cuando Lady Tressilian aparece muerta en su cama, el abogado de la familia inicia su propia investigación paralela a la del superintendente Battle, del que las causas de su depresión permanente nunca quedan del todo claras. Hacia cero es la típica historia de Agatha Christie con un muerto (o muerta) y los parientes que aspiran a quedarse con su dinero.

Fotograma de 'Hacia cero'
Todo transcurre en la mansión y en el hotel de enfrente, donde, a tenor de lo que vemos, se concentra lo más liberal y pervertido de la zona: destaca un francés cantamañas que ejerce de fixer sexual (mete la pata ofreciéndole a Battle chicas, chicos, lo que le apetezca al señor) y que luego resultará estar relacionado con la nueva esposa de Neville (ahí lo dejo, para no fomentar el spoiler).
Hacia cero es una serie muy entretenida que no aspira a la menor trascendencia, limitándose a ser un dignísimo entretenimiento para el fin de semana catódico. Sufre, eso sí, la reciente costumbre británica de reunir un elenco multirracial, aunque la época en que transcurra la trama no estuviera para alegrías multiculti.
Sin alargues innecesarios
Si la historia pasa en la época actual, no pasa nada. Pero si transcurre en los años cuarenta, como es el caso, la noble actitud interracial resulta inevitablemente forzada. ¿Alguien se cree que una señorona inglesa de la postguerra tenga un abogado negro? ¿Por qué el actor que hace de liante francés tiene una cara de magrebí que tira de espaldas? Ya saben: el infierno está empedrado de buenas intenciones.

Imagen de 'Hacia cero'
Dejando aparte este detalle, la miniserie funciona tan bien como la literatura de Agatha Christie. Dura lo justo, no hay alargues innecesarios, los actores están muy bien, el guion (Rachel Bemssette) es impecable y el visionado es una fiesta para los sentidos por su excelente reconstrucción de los años cuarenta, siempre tan agradecidos.
De hecho, se podría decir que las adaptaciones de Agatha Christie constituyen un subgénero en sí mismas. Y la de Hacia cero es de las mejores que he visto. Para los interesados en que les cuenten la misma historia de otra manera, que sepan que hay un largometraje francés de 2007 dirigido por Pascal Thomas y con un buen reparto en el que figuran dos interesantes nepo babies del cine galo, Chiara Mastroianni y Laura Smet (la hija de Jean Philippe Smet, en arte Johnny Halliday).