El conservadurismo en Francia

El conservadurismo en Francia FARRUQO

Ideas

El desafío conservador ante el vacío político de la UE: El temblor republicano ante la Francia de Orleans

Francia vive en el equilibrio inestable del conservadurismo moderado, pinzada entre la inseguridad jurídica de una calle siempre en pie de guerra y unas élites económicas conformadas tras la vuelta de Macron al Eliseo

El desafío conservador ante el vacío político de la UE

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Desde la irrupción de Thomas Piketty hasta la renovación de la Agrupación Nacional (AN) de Marine Le Pen median una pandemia y los primeros síntomas del actual encono entre París y la nueva Casa Blanca. La derecha francesa es culturalmente defensiva. Intuye que la muerte del materialismo histórico reside en Balbec, donde Proust medita que “nuestra vida es poco cronológica” (la Recherche).

Hoy vivimos en un sincretismo ajeno al tiempo. Las piezas del mosaico de los grandes acontecimientos del pasado permanecen reconocibles, conservan su individualidad. Pensamos de manera abstracta; evocamos imágenes simplificadas de la realidad y las que llamamos paradigmas para comprender mejor la Noche de la Bastilla o la proclamación de la V República por parte de De Gaulle.

La esencia de Francia son la calle y el aula, las dos caras  que comparten la derecha y la izquierda. Las cadenas de TV dan tanta importancia a las concentraciones masivas como a los sondeos electorales. El presidente Emmanuel Macron, en plena crisis de identidad tras el fiasco en las elecciones de julio de 2024, prepara una salida honrosa para 2027. Renacimiento, Ensamble y otras facciones del centrismo republicano tratan de sostener el edificio en medio de diferencias abismales.

La AN de Le Pen partía de una intención de voto del 40% cuando se conoció su inhabilitación por cinco años, mientras que su delfín, Bardella, recién cumplidos los 30 años de edad, cuenta con el mismo respaldo y es percibido por la ciudadanía como menos radical que su madrina política. La extrema derecha se desliza; busca interlocutores en el amplio espectro de PP europeo, que puedan influir en París.

Polarización excesiva

Hoy, en pleno desconcierto de las ideologías, lo que cuenta son las instituciones y sus antecedentes. Todo tiene una ontología directa y ahí radica el auge del pensamiento conservador, aupado en su momento por un político español de comienzos del siglo pasado, como Antonio Maura: “la libertad se ha hecho conservadora”.

Se enfatiza el arte de aguantar sin atacar, como lo hizo Joseph de Maistre en los años de la diplomacia del ingenio, cuando fue el representante diplomático del Rey de Cerdeña, Carlos Manuel iV, en San Petersburgo. Se reveló contra la Revolución y sus principios civiles; promovió las instituciones naturales, espontáneas, configuradas por el Derecho y la Moral, pero tuvo que esperar a Lord Acton, a Toqueville o el mismo Edmund Burke para ofrecer las bases del modelo liberal que proponía. 

Joseph de Maistre

Joseph de Maistre WIKIPEDIA

De Maistre y René de Chateaubriand compartieron intelectualmente un altiplano amable, una meseta dulce en apariencia, pero cargada de mala hierba que ellos querían cortar de raíz. El conservacionismo fundacional de De Maistre y el más cercano de Charles Maurras –antisemita y fundador de Action Française- son el antecedente casi teológico de los que hoy se preguntan: ¿Por qué no soy un conservador? La respuesta interpela al momento actual, en el que la polarización excesiva consagra la política de la diferencia. Jaime Balmes, teólogo y apologista del XIX,  aportó sensatez, al señalar que, “oponiéndose al pasado, no se mejora el presente”

Cumplida la restauración, el periodo entre 1814 y 1830 con la vuelta al poder de los Borbones, después de la caída de Napoleón, Francia no volvió al Antiguo Régimen. Chateaubriand sacó la cabeza por última vez: “no se puede acusar a un adversario de estar en el lado equivocado de la historia”. El país pasó más tarde de una monarquía limitada al poder absolutista de Luis Felipe de Orleans, un antecedente del autoritarismo nacional católico y xenófobo que firmaría hoy el partido de le Pen.

La franja estoica

El tiempo es fugaz como sabían Hannah Arendt y Walter Benjamin, reunidos en el bistró parisino en el que jugaban al ajedrez, señalados por la naciente Francia de Vichy, mientras los alemanes arrasaban la Línea Maginot. El hablar directo, el kitsch sin hacer concesiones al lenguaje argumentado, asienta los mensajes raciales de la derecha dura, basados en verdades pomposas. La ambición de ser reseñado por el foco mediático ha hecho del cinismo el mejor caudal del populismo. 

Francia vive en el equilibrio inestable del conservadurismo moderado, pinzada entre la inseguridad jurídica de una calle siempre en pie de guerra y unas élites económicas conformadas tras la vuelta de Macron al Eliseo levantando una línea roja frente al bando ultra. La institucionalidad le seguirá ganando la partida a la lucha de clases.

La ley y los aparatos del Estado -la sanidad, la escuela pública y la Defensa- siguen siendo una garantía frente a los estímulos de la solución fácil. Esta última, hecha de mensajes cortos directos al corazón sin pasar por la razón, ha convertido al voto al en el nuevo fetiche de la mercancía, validado ahora por las redes sociales.

El centro político aceleró la caía de Chirac y Sarkozy, y ha detenido a la izquierda de la Francia Insumisa. La revolución conservadora restituye hoy las aportaciones del español Donoso Cortés y recupera al británico Edmund Burke, ambos bajo el paraguas de este convencimiento: “la Revolución Francesa es el inicio de todos los males”. El partido político de Emmanuel Macron, Ensemble, es hoy por hoy la segunda fuerza en la Asamblea Nacional, después de haber sorteado mociones de censura y de empeñado su relevancia social en las cuentas del Estado, con un Presupuesto inerme y condicionado por el caudal de inversión pública en el sector armamentístico.

Marine Le Pen, líder del partido ultraderechista Agrupación Nacional

Marine Le Pen, líder del partido ultraderechista Agrupación Nacional A. Pérez Meca / Europa Press

El momento político del vecino país está marcado por el espacio de centro, la franja sociológicamente estoica. Pero el segundo mandato de Macron terminará probablemente sin una alternativa en su formación digna de hacer frente a Le Pen o a su posible sustituto Jordan Bardella, en los comicios presidenciales de 2027.

El Eliseo reclama una mayor influencia de Bruselas en la  política exterior común, pero solo de palabra, porque una UE, sometida a sus autorregulaciones, no ha sido nunca la llave de la Diplomacia de un país como Francia, enamorado de su nación. El mismo Jacques Delors, impulsor del Tratado de Maastricht, en 1992, había escrito poco antes que “Europa es un monumento de hermetismo, solo conocido por especialistas” (La France par l’Europe). Esta es otra clave de la revolución conservadora. 

En la actualidad, la decadencia cultural de la izquierda clásica se ve en la recuperación de las aportaciones de hombres de la Ilustración que atravesaron Europa, en el ochocientos, para adquirir experiencia a la sombra de los zares. Voltaire en su Historia de Pedro el Grande (1759) presentó al zar de Rusia como un enorme fundador. En los momentos de amistad entre París y San Petersburgo, anteriores a las campañas de Napoleón en Rusia, el enciclopedista Denís Diderot, fue maestro de cabecera de Catalina la Grande, la Semiramis del Norte.

Antropólogos

En las últimas décadas, el estudio del Ancien Régime ha vuelto con gran inercia a los centros universitarios. Destaca el rescate de autores a caballo entre el XVIII y el XIX, como Louis de Bonald con La legislación primitiva y de Chateaubriand con El genio del cristianismo, preminentes ambos en el rechazo del laicismo y muy opuestos a los principios jacobinos de la Revolución. Comprobamos una vez más que, a través de los mitos, la sociedad naturaliza las ideas dominantes, haciendo que parezcan universales o inevitables.

A la hora de desencriptar los renacidos mensajes del nacionalismo francés, el pensador y semiólogo Roland Barthes expuso la función del mito como un vehículo ideológico que refuerza las jerarquías sociales y los sistemas de poder. A la sombra de Notre-Dame, la catedral devastada por el fuego, el mensaje de Barthes es una defensa de las “sociedades naturales”, en las que lo nuevo no encuentra razones para destruir la tradición. 

Marc Fumaroli

Marc Fumaroli WIKIPEDIA

Francia es el país de Europa que mejor encapsula los mensajes políticos dentro del pensamiento crítico y la literatura. El citado De Maistre, crítico de Pascal y de Malebranche, destacó como editor y publicó las obras de su hermano, Xavier de Maistre, un clásico de la literatura francesa. El actual giro conservador en el campo del conocimiento se ha manifestado en las cátedras de humanidades de la Sorbona que atraviesan una recalificación crítica de la Ilustración tardía, gracias a profesores como Marc Fumaroli, al tiempo que aportan recuperaciones sobresalientes como la de Saint Beuve, el autor de Port-Royal

Vuelve el XVIII, el siglo ilustrado de Goufrin y Pompadour, cuando Europa hablaba francés; y se apaga el XIX, de justicieros naturalistas, como Balzac y Zola. Regresan la razón y Montesquieu y se evaporan los simbolistas, Baudelaire, y Mallarmé. La nueva encrucijada de la revolución conservadora no ha cambiado de sitio el Boulevard Huysmans ni la Place de l’Étoile. Pero los llamados nuevos filósofos de los ochenta y los flamígeros antropólogos de la rive gauche, marcados por el estructuralismo, como Godelier, Braudillac o Bauman, hace ya mucho que no marcan el rumbo.