'The Last Showgirl'

'The Last Showgirl'

Cine & Teatro

'The Last Showgirl', envejecer entre los neones y las lentejuelas de Las Vegas

Gia Coppola explora la cara B de la ciudad de los casinos en una película donde Pamela Anderson, antiguo mito erótico de la televisión, encarna a una mujer en decadencia cuyo sueño de alcanzar el estrellato acaba convirtiéndola en una caricatura de sí misma

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La industria del cine adora las resurrecciones. Sobre todo si las protagoniza una estrella que, tras años ausente o en horas bajas, resurge de sus cenizas mostrando con orgullo las cicatrices de su decrepitud. Sucedió con Mickey Rourke, mito erótico de los ochenta, que autodestruyó su carrera y también su cara con nefastos retoques estéticos. Hasta que reapareció en El luchador, en la que interpretaba a un pobre diablo que había tocado. Sucedió también con Brendan Fraser, héroe del cine de aventuras familiar, que pasó años sumido en depresiones tras denunciar haber sufrido abusos por parte de un ejecutivo. Se reivindicó en La ballena, con muchos kilos de más -algunos suyos, otros creados con prótesis- y ganó el Oscar. Curiosamente, ambas películas son de Darren Aronofsky, que sabe sacar partido a estos regresos de ultratumba.

Otro especialista en dar segundas oportunidades y resucitar carreras es Tarantino. Lo hizo en Pulp Fiction con un Travolta en horas bajas; en Jackie Brown con la reina de la blaxploitation Pam Grier y con el avejentado Robert Forster; en Kill Bill con David Carradine, en Death Proof y Los odiosos ocho con Kurt Russell… Y no olvidemos a Ke Huy Quan, el vivaracho niño asiático de Los Goonies e Indiana Jones en el templo maldito, que tras años de completo olvido, regresó ya adulto en Todo a la vez en todas partes y se llevó el Oscar a mejor actor de reparto y la oportunidad de soltar un emotivo discurso en la ceremonia. 

'The Last Showgirl'

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Ahora es el turno de Pamela Anderson, la recauchutada vigilante de la playa y mito erótico de rebajas televisivas del siglo pasado. Expone sin cortarse un pelo sus arrugas y el peso los años -y de la fuerza de la gravedad- en The Last Showgirl. Una película ambientada en Las Vegas, sobre una superviviente desnortada que se ha pasado la vida agarrada a sueños idealizados y absurdos. Hay en esta cinta un empeño muy consciente de maniobrar con el reverso de aquel papel tontorrón -construido con silicona mamaria y un ajustado biquini- que la hizo célebre. Y al prestarse ella al juego, demuestra por una vez que puede llegar a ser una actriz competente si le ofrecen un personaje con algo de chicha, es decir con claroscuros y aristas. 

No es la única presencia decrépita en este largometraje sobre la cara B de Las Vegas, sobre las vidas tristonas que se esconden tras los neones, las lentejuelas, las plumas y las vanas promesas de felicidad eterna. También asoma en pantalla una Jamie Lee Curtis que exhibe sin filtros su cuerpo de mujer de sesenta y seis años que ha tenido que dejar de bailar sobre un escenario, pero se tiene que ganar la vida como camarera de un casino, ataviada con un disfraz ridículo, porque los inexistentes ahorros no le dan para jubilarse. Y está también Dave Bautista, aquí con pelo y muy lejos de sus papeles de héroe o villano cachas dado a repartir mamporros, dando vida a un pobre diablo que sobrevive como puede que regidor de la sala de espectáculos de un casino. 

'The Last Showgirl'

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A estas alturas Jamie Lee Curtis ya no tiene que demostrar nada, pero no tiene reparos en marcarse una escena entre desoladora y sobrecogedora bailoteando sobre una plataforma. En cambio, Dave Bautista sí tiene una oportunidad de oro para interpretar a un personaje con flaquezas y magulladuras, muy lejos de los tipos duros en los que su físico lo encajona.  

Sin embargo, la estrella de la función es Anderson, que da vida con verdadera entrega a una bailarina en edad de retirada, que sigue trabajando en un espectáculo de pretendidos aires afrancesados y glamurosos, con chicas enseñando el trasero y los pechos entre muchas lentejuelas y muchas plumas. Cada noche ella se sube al escenario y se siente una estrella, alguien que le regala al público un mundo de ensueños y resplandores. Solo que el público es cada vez más escaso y un buen día el casino toma la decisión de cancelar el show de coristas y sustituirlo por un circo modernillo. 

Y entonces todo el mundo fantasioso en el que ha estado viviendo esta pobre mujer se desmorona. The Last Showgirl es una película impía con su protagonista. Es esta mirada demoledora lo que la convierte en una obra valiosa, aunque por momentos bordea cierto regodeo pornográfico en la devastación. Hay dos escenas desgarradoras, que obligan al personaje a confrontarse con la realidad que ha estado esquivando durante años, gracias a su capacidad para autoengañarse.

'The Last Showgirl'

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En una de ellas, su hija -una excelente Billie Lourd-, de la que nunca se ha ocupado, porque estaba dedicada a su profesión y su supuesto arte, reaparece para visitarla antes de entrar en la universidad. Quiere dedicarse a la fotografía y la madre corista la anima a perseguir sus sueños artísticos. La hija acude por primera vez a ver el espectáculo de su madre y después le confiesa que se ha quedado horrorizada por la vulgaridad y banalidad de lo que ha visto. 

En otra escena -con cameo de un casi irreconocible Jason Schwartzman-, la corista soñadora al borde del paro se presenta a un casting para otro espectáculo y se ve colocada ante el espejo de la cruel verdad. El coreógrafo que la evalúa y le niega el trabajo, le dice que no es tanto que le pesen los años como que no tiene técnica como bailarina. Es decir, que no ha sido más que un cuerpo bonito al que le enseñaron a dar unos pasos de baile más o menos vistosos y apañados. De modo que lo de verse a sí misma como una artista no es más que una entelequia en la que ha vivido refugiada gracias a sus pocas luces. 

'The Last Showgirl'

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The Last Showgirl utiliza con mucha habilidad la persona y el personaje de Pamela Anderson, que se presta al juego de los vasos comunicantes entre la realidad y la pantalla. Es a ella -con su pasado de sex-symbol de baratillo- a quien vemos en la corista: la rubia despampanante sin grandes dotes como actriz, cuyo principal mérito eran un par de abultados pechos fake. Hay que tener coraje para encarar este reto;  Anderson lo hace dándolo todo, probablemente porque era consciente de que esta era la oportunidad de oro para reivindicarse. 

Del mismo modo que Sean Baker mostraba en The Florida Project la sórdida trastienda de Disney World, con esos moteles de mala muerte en los que viven algunos empleados temporales y algunas familias desestructuradas, The Last Showgirl muestra la otra cara de Las Vegas, que no es más que una absurda ciudad de cartón piedra en medio del desierto, donde unos van a desmadrarse el fin de semana y otros tratan de ganarse la vida mientras malviven en apartamentos destartalados. Ambas cintas son retratos inclementes del reverso del sueño americano. 

'The Last Showgirl'

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Dirige Gia Coppola, nieta de Francis Ford Coppola, sobre un guion de Kate Gersten. El vínculo de esta saga familiar con el cine es amplio. A la hija Sofia y el hijo Roman -colaborador fijo de Wes Anderson- se une la nieta Gia, que es hija de Gian-Carlo Coppola, el hermano de Sofia y Roman, que murió en 1986 en un accidente de lancha motora con solo 22 años. Cuando sucedió eso, su esposa estaba embarazada de dos meses de Gia. 

The Last Showgirl es su cuarto largometraje -los anteriores no se han estrenado en España- y también ha trabajado en el ámbito del videoclip. Compone una película visualmente potente, de colores saturados, primerísimos planos que muestran la edad real de sus intérpretes y paisajes poco usuales de Las Vegas. Hay en su mirada una estimulante mezcla de realismo crudo y hálito poético.