Habla el Extranjero

Habla el Extranjero Simón Sánchez

Habla el extranjero

Reencuentro en Brno. Las heridas abiertas de la Historia también se cierran

Publicada

Después de la segunda guerra mundial, en venganza por las atrocidades de la invasión alemana, Checoslovaquia, mediante los llamados “Decretos de Beneš” -por el nombre del presidente checoslovaco-, expulsó a toda la población alemana de la región de los sudetes. Desde entonces, los alemanes expulsados o sus descendientes vienen celebrando en Ratisbona, Bavaria, un Congreso anual que conmemora aquella limpieza étnica.

Pensando en la simiente de odio que están provocando las invasiones militares de Rusia en Ucrania y de Israel en Palestina, nos gusta, por una vez, dar aquí eco a una buena noticia. El año que viene los alemanes de los Sudetes quieren celebrar por primera vez su Congreso –con una serie de actividades de orden cultural y folclórico, además de histórico e intelectual-- en la República Checa. Hace unos años se hubiera levantado un formidable escándalo. Lo novedoso es que ahora la prensa checa lo acoge favorablemente. Claro está que la economía checa depende en buena parte de la alemana, lo cual siempre es un factor de entendimiento y reconciliación…

En el Lidové Noviny, el diario checo más importante, le dedica al tema un artículo de Zbyněk Petráček, que tras un repaso a las vicisitudes históricas, dice: “¿Alguien podría imaginar antes que en Ratisbona se celebraría un Congreso alemán de los Sudetes, se escucharía el himno checo y hablarían el ministro checo Mikuláš Bek y el primer ministro bávaro Markus Söder? ¿Que Söder no se centraría en los decretos de Beneš, sino en la modernización de la conexión ferroviaria de Chequia a Baviera? Eso es difícil, ¿verdad? Por eso escribimos que lo que en junio de 2025 puede parecer una banalidad en realidad ilustra un gran avance. 

¿De dónde viene este avance hacia algo mejor, más amable y más abierto? Solo se puede especular sobre algunas causas. Tal vez porque cuando los ciudadanos y las élites políticas miran un mundo sacudido por el caos y el nerviosismo, con un aumento de las tensiones y conflictos, e incluso la sangrienta invasión rusa de Ucrania, instintivamente entienden que es mejor estar agradecidos por lo que tenemos ahora. Que “no vamos a portarnos mal”.

Algo de verdad hay en ello, aunque nadie lo diría oficialmente en voz alta. Pero un comentarista en la web Lidovky.cz lo resumió de manera completamente abierta: “De verdad que vivimos como cerdos en el trigal, y es una suerte que tengamos ‘enemigos’ tan cordiales…”

En otro diario checo, Echo24, bajo el título “Ay, mamá, mamita, que vienen los Sudetes” (por una canción infantil en referencia a los alemanes de allí), Jiří Peňás escribe con sensatez y no poca ironía:

“Los alemanes de los Sudetes, ese grupo que no se extingue de esta tierra, se han reunido en Ratisbona (Regensburg) y el emocionado director del Congreso anunció que no se descarta que el próximo encuentro pudiera realizarse en Brno (República Checa). Hace muchos años que hablaba de una reunión en la patria, y siempre añadía que el próximo año todavía no, pero que quizás algún día… Ahora está posiblemente más cerca que nunca. Por parte checa, la organización Meeting Brno le tendió la mano.

Sinceramente, será un experimento interesante y uno tiene curiosidad por ver cómo acabará. Está claro que habrá quien proteste y refunfuñe, pero, aparte de a los demagogos, ¿le importará a alguien más? ¿O habrá alguna manifestación? Escenas tensas, algunas peleas como en el pasado – por ejemplo, cuando nos peleábamos por las insignias… ¿Quién se acuerda todavía de eso? ¿Habrá por lo menos uno que se ponga en huelga de hambre en señal de protesta? ¿O podría desarrollarse todo en calma?

Bueno, vendrán los alemanes: con sus trajes típicos que tanto les gusta llevar, que son bonitos, en cierto modo parecidos a los nuestros, aunque nosotros ya no los usamos. También tienen buenos souvenirs, escudos de ciudades y mapas, algunas jarras y distintivos. Pero sobre todo dinero – los alemanes todavía tienen bastante, así que, ¿qué? Y beben mucha cerveza –incluso tomarán Starobrno [cerveza checa]. ¡Y cuánto comen! ¡En fin, como nosotros!

Sólo falta saber si les gustará estar aquí. Conocen el lugar [se entiende: porque vienen a veces, como turistas], pero en grupo es diferente. Su antigua patria en muchos sitios tiene un aspecto tal que sería mejor que no la viesen. Aunque, de cómo era cuando vivían allí, ya casi nadie se acuerda. En realidad, vendrían ya a otro país, así que en cierto modo la pregunta es si tiene sentido. Quizá como una especie de prueba para ver cómo estamos nosotros, los checos.

La realidad es que la relación con los alemanes de los Sudetes ha cambiado bastante en los últimos diez o quince años. No es que los checos hayan empezado a amarlos, más bien se ha equilibrado emocionalmente, se ha normalizado. Cada vez menos personas los ven como una amenaza o enemigos; la mayoría probablemente supone, con razón, que no representan un grave peligro, y que, por el contrario, no está mal tener en Alemania a algunas personas que conozcan algo este país y tengan con él una relación emocional. Hace unos años salió una encuesta que, por primera vez desde el final de la guerra, mostró que más de la mitad de los checos cree que la expulsión (de los alemanes) no fue del todo correcta (fue una mayoría ajustada), lo que no significa que quieran cambiar nada, como considerar algún tipo de compensación, lo cual sólo el cuatro por ciento de los checos consideraba realista, algo que difícilmente cambiará.

En mi opinión, tres factores jugaron un papel clave en este cambio: en primer lugar, el tiempo; en segundo, el estado de nuestras regiones de los sudetes; y luego los propios alemanes.

El tiempo es el factor principal. Cada vez quedan menos personas que vivieron la guerra o al menos su final, y que por tanto se formaron una opinión propia y permanente.

El segundo factor es el estado de nuestros Sudetes, el paisaje que nos quedó tras la marcha de los alemanes. Los Sudetes, incluso después de setenta años, siguen siendo un territorio especial dentro de la República Checa, país que a sí mismo le gustaría verse como una nación europea estándar. Sin embargo, una buena tercera parte de su territorio sigue arrastrando problemas que están muy lejos de ese “estándar”: asentamientos devastados, sentimientos de desarraigo y falta de raíces, escasa solidaridad con el entorno y entre las personas, heridas del pasado que no han sanado, una sensación general de abandono.

Las personas que han estado dispuestas a abrir los ojos han ido descubriendo los valores que los alemanes crearon aquí: cómo cuidaban el paisaje, qué industrias y servicios (por ejemplo, balnearios) fundaron, y qué casas tan hermosas construyeron, no sólo lujosas, sino también las completamente ordinarias. Sobre sus ruinas o lo que queda de ellas, las siguientes generaciones de checos y otros recién llegados han podido ver qué capa cultural irreemplazable se perdió con su marcha. Se confirmó, literal y simbólicamente, cuán frágil es la civilización y lo difícil que es recomponerla o reconstruirla desde cero. Cuánto depende de las personas, de su habilidad, diligencia y conocimientos. Eso no se puede reemplazar. Así nació un fenómeno inesperado: la nostalgia por los alemanes. ¿Quién lo habría dicho hace cincuenta años?

Esto nos lleva al tercer y último factor: los propios alemanes. La relación con ellos ha cambiado notablemente en los últimos años, y parte de ello tiene que ver con su comportamiento durante la crisis migratoria. Independientemente de si los evaluamos positivamente o los consideramos desafortunados, el alemán dejó de ser el espantajo agresivo de los pueblos europeos. Su actitud de brazos abiertos parecía indicar que aquel pueblo antaño temido había cambiado tanto, que casi querríamos pedirles que volvieran a ser, al menos un poco, los viejos alemanes de antes, con algunas de sus antiguas virtudes, como ese rigor con el que exigían y cumplían las reglas.

Pero parece que estos son alemanes completamente distintos de aquellos que una vez expulsamos. Tal vez algún día necesiten refugiarse en algún lugar. Creo que podríamos volver a ofrecerles nuestros y sus Sudetes. Puede que lo necesiten”.