
El rincón de Cataluña que enamoró a Bécquer y a Picasso CRÓNICA GLOBAL
El rincón de Cataluña que enamoró a Bécquer y a Picasso: "La sorpresa fue general"
El poeta andaluz quedó capturado por su aire medieval, su reducido tamaño y sus leyendas
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“Que lo crea o no, me importa bien poco. / Mi abuelo se lo narró a mi padre; / mi padre me lo ha referido a mí, / y yo te lo cuento ahora, / siquiera no sea más que por pasar el rato”. Así empiezan los versos que Gustavo Adolfo Bécquer dedica al pueblo de Cataluña que más le enamoró.
Era 1860, el poeta andaluz aterrizó en Bellver de Cerdanya (Lleida) y, capturado por su aire medieval, su reducido tamaño y, sobre todo, sus leyendas, no dudó en dedicarle más que unas palabras.
A pesar de que en sus inicios no era más que un castillo con su línea de fortificaciones y torres de mira para defender el Camí Ral, esta localidad, que ya alcanza los 2.700 habitantes, ya empezaba a ser uno de esos municipios que enamoran solo mirarlo.
“Bellver es una pequeña población situada a la falda de una colina, por detrás de la cual se ven elevarse, como las gradas de un colosal anfiteatro de granito, las empinadas y nebulosas crestas de los Pirineos”, empieza a describirla Bécquer.
Béquer habla de Bellver
Su definición no puede ser más precisa. Bellver se encuentra en medio de los Pirineos y eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Por un lado, le ofrece un marco completamente bucólico, por el otro, lo convierte en uno de los municipios más fríos de Cataluña, pero so no le resta belleza
“Los blancos caseríos que la rodean, salpicados aquí y allá sobre una ondulante sábana de verdura, parecen a lo lejos un bando de palomas que han abatido su vuelo para apagar su sed en las aguas de la ribera”, prosigue el poeta andaluz.
Cómo es la zona
Bécquer describe la zona en la que se erige el pueblo como “una pelada roca, a cuyos pies tuercen éstas su curso, y sobre cuya cima se notan aún remotos vestigios de construcción, señala la antigua línea divisoria entre el condado de Urgel y el más importante de sus feudos”.
Poco más cabe añadir a su descripción cuando un poeta del tamaño de Bécquer le dedica estas palabras. Y lo hace, no solo prendado por su belleza, sino por las historias que en ella habitan.

Vistas de eBellver de Cerdanya
La leyenda que fascinó al poeta
Cuenta la leyenda narrada por el literato que "...El señor del Segre era el dueño de Sant Martí dels Castells y era tan ambicioso y despiadado con sus súbditos que estaban todos atemorizados. El caballero salió a luchar contra los moros y la población vivió tranquila durante tres años, pero él regresó y reclamó los tributos atrasados".
“Todo el pueblo decidió hacer frente al malvado; con esfuerzo y astucia consiguieron ganar la batalla y matar al señor. Nadie volvió a pisar el castillo, las malas hierbas borraron los caminos y lo ocultaron a la vista del viajero". Así empieza la leyenda más famosa de Bellver que Bécquer plasmó en papel.
Un pueblo fronterizo
Pero en realidad, fueron los pastores y los industriales del textil quienes realmente hicieron grande a este municipio fronterizo. Claro que fue precisamente eso, su ubicación, lo que lo convirtió en epicentro de grandes enfrentamientos.
Al ser limítrofe con Francia, el bandolerismo y el acoso de las tropas francesas fueron una tónica más que habitual en toda su historia. La riqueza de sus prados y sus tierras valía una batalla. Una tras otra, como relata el poeta.
Batallas incesantes
"Ya habían olvidado los malos tiempos cuando unos bandidos volvieron a sembrar el temor entre los habitantes de la zona. Hicieron prisionero al jefe de la banda, que llevaba la armadura del desaparecido señor del Segre. Se reunieron los vecinos más respetables del pueblo para juzgarlo y toda la gente de la comarca para verlo; la sorpresa fue general al descubrir que la armadura estaba vacía”, relata el andaluz.
Y allí aparece la leyenda que le fascinó. “Para acabar de poner fin al maleficio, fundieron la armadura y construyeron una cruz con su metal. Esta es la conocida como 'la cruz del diablo'...".
Cómo es Bellver de la Cerdanya
El nombre de este elemento que se encuentra en la Torre de la Prisión, uno de los tantos torreones que rodean la antigua localidad, da nombre al relato de Becquer, pero también ayuda a explicar la condición fronteriza del pueblo y su pasado bélico.
Allí, en la cruz del diablo, todavía se pueden ver los orificios usados por la defensa para protegerse de los diferentes ataques recibidos. Aquellos que forman parte de la historia del pueblo, de Cataluña y de la literatura española, gracias al autor de El Miserere.
Picasso también estuvo ahí
Pero Bécquer no fue el único que cayó rendido ante los encantos de Bellver. El mismísimo Pablo Picasso, en su ya famoso camino por los Pirineos pasó también por allí. Sus atractivos, que no son pocos, y la necesidad de descansar del viaje lo retuvieron allí unos días.
Y es que la historia y la belleza de Bellver hipnotizan. El recinto amurallado medieval conserva restos de torres defensivas y puertas de acceso, vestigios de un origen estratégico fundado en 1225.

Bellver de la Cerdanya AYUNTAMIENTO
Desde entonces, el pueblo creció y dejó un entramado de calles serpenteantes que atraviesan del casco antiguo, especialmente el Barri de la Plaça. Allí se encuentra la plaza mayor, la iglesia de Sant Jaume, la calle del Medio, la torre de la cárcel o Cal Pantaló, lugar donde Bécquer residió por unos días.
Esas jornadas le fueron suficientes para dejar grabado en sus textos lo que sus ojos impregnaron en su cerebro y las historias que le fueron contadas.
Cómo llegar
Quien quiera ver de primera mano cómo es el pueblo que enamoró a Becquer y a Picasso debe coger el coche. Una opción es ir por la C‑16 desde Barcelona, continuar por Berga y atravesar el Túnel del Cadí hasta Puigcerdà. Desde allí, un desvío por la N‑260 o GI‑400A lleva directamente a Bellver. El trayecto dura una hora y 45 minutos.
Otra opción es itomar la C‑17 pasando por Vic y Ripoll para luego acceder al Coll de Toses y bajar a Puigcerdà. Es la opción libre de peajes, pero alarga el viaje hasta las dos horas.